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Mes: septiembre 2007

La ‘suma prontitud de ánimo’

Yo era un muchacho de algunos diez años que acababa de cometer una travesura. Mi madre se cernía sobre mi. Yo encogía mi cuerpo y escondía mi cabeza bajo los brazos en postura defensiva. Pero el golpe no llegó. Dos mujeres estaban a la puerta con Biblias en mano y sonrisas forzadas. Mi madre no tuvo el valor de golpearme delante de ellas. Eran Testigos de Jehová y venían –en el momento más oportuno e inoportuno, dependiendo de quién lo dijera– a predicar sobre el Reino. Nadie las había invitado. Tal vez por esa gratitud postergada no me molestó cuando en la peor hora de la mañana –ese momento en que uno quiere organizar su día– llegaron dos hombres a la puerta, con Biblias en mano y el mismo fin de hace todos esos años. Mi compañera decide que no quiere nada que ver con estos evangelistas y se esconde en una parte de la casa desde donde puede oír sin tener que participar. Sabe que no sólo voy a abrir la puerta, sino que además los invitaré a que pasen y que me enfrascaré con ellos en una charla que no es otra cosa que un callejón sin salida. Hace días que nos viene rondando esta pareja de Testigos. Ella los ha evitado y ha concertado citas en otros lugares, lejos de casa, precisamente a esa hora en que sabe que vendrán. Yo esperaba esta oportunidad. Pienso que estos dos no saben en el rollo que se han metido,…

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El desaire.

Yo sólo quería comer. Que hubiera un mariachi cantando “Viva México” a toda voz era una sorpresa inesperada para un restaurante nuevo, tirado como este a la vera de una carretera de segunda. Empezaba a llover después de unas horas de playa. La tarde era buena y se estaba poniendo mejor. Pedí una quesadilla, rellena de carne asada. Pedí un jugo de tamarindo, aguándoseme el paladar. Pero ahora lo que más quería era dedicarle una canción a mi mujer. Lo que deseaba era ver a mis niños azorados ante el espectáculo de un mariachi alrededor de la mesa. Buscaba en mi mente una canción que fuera apropiada y solamente me llegaban algunas baladas de esas cortavenas de otros tiempos — dramáticas, pero ajenas a la placidez de mi vida. Recordé la primera ranchera que escuché en vivo, hará más de veinticinco años. Un vecino de mi barrio la cantaba, despechugado, con su pelo largo, algo desafinado, pero diestro en la guitarra: Grabé en la penca de un maguey tu nombre,unido al mío, entrelazados;como una prueba ante la ley del monte,que allí estuvimos, enamorados. Hermosa canción de Vicente Fernández, muy mágico-realista, pero inadecuada para el caso. Mientras yo pensaba, los mariachis cantaban en la mesa de al lado una de José Alfredo Jimenez que hacía suspirar a las damas que la solicitaron: Si nos dejan,buscamos un rincón cerca del cielo.Si nos dejan,haremos de las nubes terciopelo.Y ahí, juntitos los dos,cerquita de Dios,será lo que soñamos. Mi esposa sugirió “El Rey”, pero…

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Todos somos periodistas

Los ejecutivos de los diarios, emisoras de radio y cadenas de televisión se han dado cuenta de la revolución digital que se gesta con la propagación de las nuevas tecnologías. Millones de personas en todo el mundo tienen acceso a computadoras y a la red de internet. Otros tantos tienen cámaras fotográficas, videocámaras y grabadoras de audio que procesan y archivan sus datos en formato digital. Muchos otros tienen la disponibilidad y el deseo de escribir, editar y conceptualizar los datos digitales. Es por eso que hay una tendencia en los medios a solicitar que el público envíe su contenido. Todo ello es parte del impacto que ha tenido el surgimiento del internet en más o menos la última década. El concepto de editar y propagar información por computadora ha trascendido hasta los medios tradicionales, que se sienten amenazados por la ola de alternativas. Hay blogs que compiten con los mejores periódicos en áreas especializadas. Muchos de los videos de zonas de desastres y noticias de último minuto aparecen primero o simultáneamente en lugares como YouTube. Cualquiera con un micrófono y un programa que se obtiene gratuitamente puede producir un podcast, el equivalente de un programa de radio diseminado por nuevos canales. Una sola persona con la disposición, los medios y el talento puede generar los tres tipos de contenido y propagarlos a miles, o hasta millones, de personas. Esta nueva realidad es una verdadera amenaza para quienes tenían el monopolio de la información. Tomemos el ejemplo de Yahoo! al…

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El porqué de un pseudónimo.

Pocos saben quién fue Ricardo Eliecer Neftalí Reyes, pero muchos más reconocen a Pablo Neruda. Era el mismo escritor chileno, recurriendo al pseudónimo para ocultarse y revelarse a la vez. Igual que lo hizo Mark Twain, el satirista estadounidense cuyo nombre de pila era Samuel Langhorne Clemens. O como George Sand, la novelista francesa que cambió Amantine Aurore Lucile Dupin por ese mote masculino en una época que no favorecía a las mujeres. Tal y como Toni Morrison sirvió de alias a Chloe Anthony Wofford. Podría citarse muchos más para decir lo obvio: Muchos escritores han sentido la necesidad de crear una identidad narrativa que les permitiera una expresión más libre. Así, Lucía de María del Perpetuo Socorro se convirtió en Gabriela Mistral. O Marie-Henri Beyle se resumió con un simple Stendhal; tal como Voltaire prefirió una sola palabra al nombre heredado de François-Marie Arouet. Hubo escritores y artistas que se disiparon desconocidos, con todo y sus nombres creados. Más que pseudónimos, que literalmente significa “nombres falsos,” hablamos de lo que los franceses denominaron “nom de guerre” y que los ingleses cambiaron a “nom de plume”. No se trata de engaño, sino más bien del trascender simbólico de la propia personalidad. Además, no es nada curioso que alguien que tenga como instrumento las palabras dé cierta importancia a las que se convertirían en representación de su obra. Hay muchas consideraciones que favorecen o contradicen este anonimato. El autor que usa pseudónimo renuncia a una parte de sí mismo para forjar…

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