Press "Enter" to skip to content

Mes: octubre 2007

Jugar Pokémon con las palabras.

Hará algunos diez años que la palabra Pokémon entró a mi vocabulario, y todavía no sé lo que significa. Mi trabajo consistía en investigar y escribir sobre las escuelas y la educación. Estaba en contacto con administradores de distritos escolares, maestros, padres y, de vez en vez, los mismos estudiantes en torno a quienes giraba el sistema. Una de mis fuentes me habló de Pokémon. Era un nuevo juego de origen japonés, toda una sensación entre los niños de primaria e intermedia cautivados por el mundo de ánime: unos dibujos animados y etéreos que parecen habitar un plano paralelo al nuestro. El Pokémon, según lo entendí entonces, consistía de una serie de tarjetas, similares a las que contienen las fotos y estadísticas de jugadores de béisbol. Pero estas cartas, me explicaron, eran la clave hacia un mundo de fantasía. Eran algo así como las fichas de identificación de seres imaginarios. Ahora ese mundo se extiende a videojuegos, dibujos animados, peluches, y cualquier otra cosa que se pueda vender. Particularmente recuerdo al Pikachú — un ratoncito gracioso y sonriente que vive en las selvas, los planos y, con frecuencia, cerca de las plantas de generación eléctrica de muchos lugares del mundo. Según el saber del Pokémon, un grupo de estos animalitos sobrenaturales puede generar una tormenta eléctrica. Archivé el asunto en la memoria, aunque más de una vez consideré escribir sobre el fenómeno cultural. Algunas escuelas prohibían las tarjetas porque distraían demasiado a los niños y porque el intercambio de estas…

2 comentarios