Yo sólo quería comer. Que hubiera un mariachi cantando “Viva México” a toda voz era una sorpresa inesperada para un restaurante nuevo, tirado como este a la vera de una carretera de segunda. Empezaba a llover después de unas horas de playa. La tarde era buena y se estaba poniendo mejor. Pedí una quesadilla, rellena de carne asada. Pedí un jugo de tamarindo, aguándoseme el paladar. Pero ahora lo que más quería era dedicarle una canción a mi mujer. Lo que deseaba era ver a mis niños azorados ante el espectáculo de un mariachi alrededor de la mesa. Buscaba en mi mente una canción que fuera apropiada y solamente me llegaban algunas baladas de esas cortavenas de otros tiempos — dramáticas, pero ajenas a la placidez de mi vida. Recordé la primera ranchera que escuché en vivo, hará más de veinticinco años. Un vecino de mi barrio la cantaba, despechugado, con su pelo largo, algo desafinado, pero diestro en la guitarra: Grabé en la penca de un maguey tu nombre,unido al mío, entrelazados;como una prueba ante la ley del monte,que allí estuvimos, enamorados. Hermosa canción de Vicente Fernández, muy mágico-realista, pero inadecuada para el caso. Mientras yo pensaba, los mariachis cantaban en la mesa de al lado una de José Alfredo Jimenez que hacía suspirar a las damas que la solicitaron: Si nos dejan,buscamos un rincón cerca del cielo.Si nos dejan,haremos de las nubes terciopelo.Y ahí, juntitos los dos,cerquita de Dios,será lo que soñamos. Mi esposa sugirió “El Rey”, pero…
5 comentariosAño: 2007
Los ejecutivos de los diarios, emisoras de radio y cadenas de televisión se han dado cuenta de la revolución digital que se gesta con la propagación de las nuevas tecnologías. Millones de personas en todo el mundo tienen acceso a computadoras y a la red de internet. Otros tantos tienen cámaras fotográficas, videocámaras y grabadoras de audio que procesan y archivan sus datos en formato digital. Muchos otros tienen la disponibilidad y el deseo de escribir, editar y conceptualizar los datos digitales. Es por eso que hay una tendencia en los medios a solicitar que el público envíe su contenido. Todo ello es parte del impacto que ha tenido el surgimiento del internet en más o menos la última década. El concepto de editar y propagar información por computadora ha trascendido hasta los medios tradicionales, que se sienten amenazados por la ola de alternativas. Hay blogs que compiten con los mejores periódicos en áreas especializadas. Muchos de los videos de zonas de desastres y noticias de último minuto aparecen primero o simultáneamente en lugares como YouTube. Cualquiera con un micrófono y un programa que se obtiene gratuitamente puede producir un podcast, el equivalente de un programa de radio diseminado por nuevos canales. Una sola persona con la disposición, los medios y el talento puede generar los tres tipos de contenido y propagarlos a miles, o hasta millones, de personas. Esta nueva realidad es una verdadera amenaza para quienes tenían el monopolio de la información. Tomemos el ejemplo de Yahoo! al…
2 comentariosPocos saben quién fue Ricardo Eliecer Neftalí Reyes, pero muchos más reconocen a Pablo Neruda. Era el mismo escritor chileno, recurriendo al pseudónimo para ocultarse y revelarse a la vez. Igual que lo hizo Mark Twain, el satirista estadounidense cuyo nombre de pila era Samuel Langhorne Clemens. O como George Sand, la novelista francesa que cambió Amantine Aurore Lucile Dupin por ese mote masculino en una época que no favorecía a las mujeres. Tal y como Toni Morrison sirvió de alias a Chloe Anthony Wofford. Podría citarse muchos más para decir lo obvio: Muchos escritores han sentido la necesidad de crear una identidad narrativa que les permitiera una expresión más libre. Así, Lucía de María del Perpetuo Socorro se convirtió en Gabriela Mistral. O Marie-Henri Beyle se resumió con un simple Stendhal; tal como Voltaire prefirió una sola palabra al nombre heredado de François-Marie Arouet. Hubo escritores y artistas que se disiparon desconocidos, con todo y sus nombres creados. Más que pseudónimos, que literalmente significa “nombres falsos,” hablamos de lo que los franceses denominaron “nom de guerre” y que los ingleses cambiaron a “nom de plume”. No se trata de engaño, sino más bien del trascender simbólico de la propia personalidad. Además, no es nada curioso que alguien que tenga como instrumento las palabras dé cierta importancia a las que se convertirían en representación de su obra. Hay muchas consideraciones que favorecen o contradicen este anonimato. El autor que usa pseudónimo renuncia a una parte de sí mismo para forjar…
6 comentariosUno de los pastores cuyas iglesias visité en mi exploración de temas religiosos encontró el relato que hice de mi visita a su iglesia, aparentemente porque tiene la costumbre de buscar lo que se escribe de él y su templo en la red (a este hábito narcisista le llamamos “guglear” –es decir, buscarse en Google– en el azarozo Spanglish que se nos hace imposible evitar). Recibí un correo del sorprendido pastor en que me preguntaba, así a quemarropa, si había algo más que pudiera hacer por mi alma. Propuesta interesante, diría yo, aunque igual de pretenciosa. De primer instancia, asume que mi alma necesita algún reparo (por no decir “salvación”). Pero lo que más me sorprende es que el lenguaje vernáculo de este pastor incluye la suposición inequívoca de que él puede ofrecer ese ungüento sagrado que me pueda elevar más allá de este orden terrenal de cosas. En pocas palabras, el pastor se siente poseedor de la verdad. Contesto que realmente no necesito que haga nada por mí, y explico que mi visita por su iglesia fue parte de este experimento de búsqueda en el que realmente no espero encontrar nada (imagino que el pobre pastor se rascaría la cabeza en este punto). El siguiente correo llega menos de veinticuatro horas más tarde, invitándome a una reunión en privado con el pastor. Cualquier persona que no ande buscando conversión, diría que no y terminaría el intercambio electrónico con algún saludo cortés. Pero decido ir, porque considero que todo experimento…
Dejar un comentarioPocos estadounidenses saben que se hablaba español en la primera ciudad de su territorio. Antes de que existiera lo que hoy llamamos Estados Unidos los navegantes españoles llegaron a la costa atlántica de la península a la que Juan Ponce de León bautizó con el eufemismo de Florida en 1513. Décadas mas tarde, Pedro Menéndez de Aviles fundaría la primera colonia española en agosto de 1565, nombrándola San Agustín en honor al día del santo en que arribó con su catolicismo y planes expansionistas. Los accidentes de la historia y las dificultades que enfrentaba la corona española en mantener su dominio llevarían al abandono de la colonia, hasta su venta a Estados Unidos unos dos siglos después. San Agustín es hoy una ciudad anglosajona con rasgos españoles. Al recorrer las viejas calles de San Agustín uno puede ver la conquista desde el punto de vista de los conquistadores — aunque quede claro que ellos fueron, después de todo, invasores. ¿Quiénes fueron estos hombres que vinieron al pantano infectado de mosquitos que era la tierra floridana? ¿Qué los empujaba? ¿Era la ambición? ¿O había también en ellos un deseo de aventura y, quizás, un buen toque de locura? Eran soldados, sacerdotes, marineros, negociantes, violadores y ladrones. Eran hombres, y luego mujeres, comunes. Incluían a aquellos que buscaban riquezas tanto como a los que deseaban un escape. Hay que ver las condiciones de vida de la época para entender que conquistar tierras no es como ir de paseo. Estos colonizadores llegaban a…
7 comentarios