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Año: 2008

No tener tiempo.

Estaba yo en una entrevista de trabajo ante el editor de uno de los diarios metropolitanos de mayor circulación de Estados Unidos. Llegar hasta su oficina era de por sí un triunfo que obtuve gracias a algunos años como periodista itinerante. Había conocido gente que conocía a gente y ya me desempeñaba como periodista de crimen en la ciudad de Nueva York. Me cuestionaba qué hacer con esta necesidad que sentía de escribir. Llegué a las oficinas del periódico, enfundado en el único traje que tenía, demasiado brilloso para el gusto de una redacción. Lo había comprado en el mercado negro del barrio chino por cincuenta dólares y no me daba cuenta hasta ese momento de que, aunque era negro y de corte conservador, sus rayas de canquiña lo hacían más acorde para un mago que para un hombre serio. Una secretaria que era mayor de edad, pero de pelo suelto y rebelde me pidió que me sentara fuera de la pared de vidrio que encerraba la oficina de aquel editor, cuyo nombre me reservo. Alrededor mío había cajas que exhalaban ese adictivo olor a libro nuevo. La secretaria notó mi curiosidad y me dijo que era la última novela de aquel editor. Estaban allí para que él las dedicara. Aquel hombre de barba rojiza y barriga cervecera se acercó y me saludó enérgicamente, invitándome a su oficina. Tropecé con otras cajas de libros camino a la única silla que podía ocupar. Le felicité por la publicación y él me…

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De los escritores dominicanos fuera de República Dominicana.

La escritura es un trabajo solitario, ya se sabe, aunque nada de lo que redacta el escritor se deriva de un proceso aislado. La vida, esa sucesión de causas y efectos en la que podemos ser efecto y causa, está presente en cada verbo, adjetivo y sustantivo, aunque se manifieste como una versión destilada por la imaginación. Es por eso que tanto los escritores que comparten una época como los que comparten condiciones de vida concuerdan en inquietudes y temas y llegan a conformar movimientos. Es difícil, sin embargo, captar esa unicidad desde la intimidad del escritor y su página en blanco. Le queda a los expertos identificar trazos comunes. Una manera de hacerlo es en el estudio de la condición geográfica y cultural que llamamos nacionalidad. Las literaturas nacionales comparten sus temas, sus voces y sus tendencias, tomando como base la experiencia común que se da entre los cercos de una frontera. ¿Pero qué pasa cuando la nacionalidad no es algo tan definido, cuando es un punto de referencia que se esparce y se redefine como otra cosa que no es la afiliación obligada a un punto geográfico? ¿Qué sucede cuando la nacionalidad es el destierro? ¿Queda un hilo conectivo entre las voces? Parece que sí, sobre todo si consideramos que mucha de la literatura “latinoamericana” se escribe fuera de América Latina. ¿Qué tan “latinoamericana” realmente es? Rubén Sánchez Féliz, un joven narrador radicado en Nueva York, se propuso esta cuestión en lo que se refiere a lo dominicano:…

2 comentarios

Algunas razones para leer.

Quien piense que la palabra escrita no afecta su vida debería familiarizarse con escritos como la constitución de su país; los evangelios cristianos; los preceptos del Corán; el manifiesto comunista; o las teorías sobre “la mano invisible” del mercado que dieron fundamento a estructuras capitalistas. Sin esos escritos, y muchos otros, las sociedades que habitamos no existirían como tales. Eso es así para bien o para mal. ¿Qué es el dinero sino papeletas y metales con inscripciones? ¿Qué son las leyes? ¿De dónde surgen los movimientos políticos? La palabra escrita importa. Afecta cómo vivimos día a día. Gracias por visitar Libro Abierto. Para subscribirse a futuras publicaciones, escríbanos a libroabierto@vmramos.com.

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