Dicen que escribir es un acto solitario, pero también puede ser una manera de relacionarse. Puede ser una declaración política. Puede ser una manera de accionar en sociedad. Puede ser una manera de abrir los brazos en vez de cerrar el puño. Rosa Silverio, haciendo honra a su nombre de pétalos, es un ejemplo de esa escritura abierta que es más entrega que proyección. Ella se ha dado a la tarea –importante, a mi parecer– de no sólo escribir con pureza de sentimientos, sino también de formar una comunidad de escritores de su generación. El sitio de Silverio, autora de los poemarios «Desnuda» y «Rosa íntima» entre otros escritos, es un depósito de enlaces, notas y entrevistas que arrojan luz hacia las diferentes vertientes de la literatura de República Dominicana, sólo uno de los puntos de origen que ambos tenemos en común. Está por sobre todo su escritura, hasta ahora mayormente concentrada en el verso que revela y se rebela: expresando la belleza que a ella le sale a borbotones, y el contraste de una realidad a la que ella le toca, y empuja, los límites. En esta entrevista que me cedió, Silverio revela más de la escritora detrás de la palabra, aunque parece que ella se siente más cómoda en las vueltas de sus oraciones que en el ir y venir de las preguntas y respuestas. Con todo, es fácil dejarse llevar por ella en el viaje a su interior, el lugar donde ella rompe con todo lo que…
15 comentariosAño: 2009
Recibí por dos vías un nuevo libro de poesía que se titula «El cuerpo y la letra. La poética de Luis Alberto Ambroggio», un autor que desconocía. Es un tomo enjundioso –editado por la Academia Norteamericana de la Lengua Española– que reúne tanto los versos de Ambroggio como ensayos críticos de su obra. Encuentro en estas páginas una poesía seria y pulida que habla de esa lucha anónima que se da entre los habitantes de dos culturas, como reclama el autor en «Don de lenguas». Me habitan dos lenguajes enemistados;me siento esclavo en mi propia carne.Desheredo las palabras dulces,obedezco y me rebelo ante órdenesque me desprecian con sílabas mortalesy huelo a gritos discordantescomo pan quemado. Los versos de Ambroggio, como él mismo dice en uno de sus ensayos, están hechos de “palabras que muerden, que tocan, que cantan, que defecan” para un hombre que busca en ellas su realización. Gracias por visitar Libro Abierto. Para subscribirse a futuras publicaciones, escríbanos a libroabierto@vmramos.com.
4 comentariosFui yo quien hace tres años empezó el embrión de artículo sobre Junot Díaz en Wikipedia cuando, tras leer su libro de cuentos «Drown», sentí la necesidad de dar a conocer el trabajo de este escritor y de ubicarlo bajo el título de autores dominicanos. Puse allí dos o tres parrafitos y el nombre del libro, lo poco que sabía, y al regresar con los años he visto el artículo crecer — igual que la fama de Díaz. Hará diez años que oí hablar de él por primera vez de boca de un conocido novelista norteamericano que, francamente, me confesaba que no entendía what all the fuss was about — por qué tanto alboroto con este autor y por qué la afamada revista New Yorker lo publicaba cuando rechazaba los escritos de la mayoría. He is no García Márquez or Carlos Fuentes. Eso me dijo. Yo detecté celos –envidia quizás–. No me animé a leer a Junot hasta años después, pero cuando leí sus primeros cuentos me pareció que se repetía aquella tarde de la adolescencia en que la pelota de béisbol me golpeaba en la cara y yo caía atontado en el piso. What the heck did just happen? — me pregunté. Did he just write that? Y entendí los celos de aquel otro. El tipo sabe escribir: aunque creo que para apreciar esto del todo hay que leerlo en inglés y ser bilingüe. He tardado menos en leer su primera novela, «The Brief Wondrous Life of Oscar Wao»,…
18 comentariosAnduvimos dentro de ella antes que la terminaran, subiendo sus escaleras a medio hacer y admirando cómo cobraba forma en cada visita. Fue la primera vivienda de la calle en completarse y la primera en habitarse – un imponente armazón de dos pisos que hacía empequeñecer la nuestra, de menor estatura que cualquiera de las otras que se harían en esta calle. El día de nuestra mudanza ellos estaban ahí. Nos llegó desde sus adentros el eco de la percusión de la salsa. Conocimos al fin a sus ocupantes, una pareja y su niño, más regocijados y menos asustados de estrenar casa que nosotros, sus nuevos vecinos — aunque fuera la casa que lo estrenara a ellos. Optimistas y lo suficientemente patrióticos como para armar su propia celebración de fuegos artificiales en el día de independencia. Vivían el cacareado sueño, sin importar si fuera a crédito. Vimos el pasto enverdecer, el jardín florecer y, casi de inmediato, los primeros trabajos. Una nueva entrada, empedrada en imitación europea; los cómodos asientos a la sombra de la galería; los nuevos árboles y decoraciones tropicales a la entrada; el patio hecho para tardes de fiestas a la barbacoa. Y para culminar ese año las vistosas luces navideñas. Estaban los nuevos y grandes vehículos de los días en que aparentemente no importaba el precio de la gasolina; los muebles sin estrenar que llegaban forrados en plástico; los juguetes del niño. Nosotros apenas llenábamos un rincón de nuestra casa con muebles de sospechosa vejez. Hemos…
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