Hay ideas que no se pueden formular hasta que les llega el día en que maduran y caen de la mata. Puede ser una tarde cualquiera en una sala cualquiera de una ciudad cualquiera cuando se desploma una noción que estaba siempre ahí, pero parecía cruda para el consumo. En este caso hablo de la influencia de los sueños, aunque no simplemente de los personales, sino de aquellos que arrebatan a las masas y se convierten a la vez en motor, vehículo y puente para transportarnos a la realidad en que sobrevivimos. Hablo de las calles, de las tiendas, de las corporaciones, de las instituciones, de las viviendas, de los servicios, de todo aquello que constituye la vida en sociedad. El mundo en que vivimos es hijo de nuestros sueños, esos gigantes que se alimentan de nuestra fe. Mientras los vivimos, esos sueños son mágicos. Se revisten lo mismo de trabajo, hombro a hombro, por una sociedad mejor que del coraje individualista del hombre o mujer de frontera. Tras cada uno de ellos aguarda, como el barril de oro al final del arco iris, una fuente de esperanza inagotable que hace posible la vida que conocemos. ¿Pero qué pasa el día en que la ilusión queda expuesta? ¿Qué pasa cuando esos gigantes exigen todo lo que somos? ¿Qué cuando nos despojamos de las utopías? Probablemente formulamos nuevos sueños, antes de tocar el vacío. Imagen original, “Nocturna novembrina, Zaruma”, cortesía de Jaime Serrano. Gracias por visitar Libro Abierto. Para subscribirse a…
3 comentariosAño: 2011
Hace poco me invitaron a una entrevista en televisión en el segmento Contraportada de NY1 Noticias, una estación de cable en la ciudad de Nueva York, para hablar sobre mi novela «La vida pasajera». Asistí, aunque prefiero escribir a dar entrevistas e incluso entrevistar a ser el entrevistado. Se da una dinámica impredecible en cada entrevista, y creo que especialmente aquellas que se dan ante el ojo implacable de las cámaras, en la que uno dice lo que nunca pensó decir. Por suerte, este segmento es corto y no permitió muchas metidas de pata. Aquí les comparto un enlace a la entrevista, con especial agradecimiento a José Manuel Simián por realizarla, a NY1 Noticias por ponerla en el aire y a la productora de televisión Themys Brito por conectarnos. La comparto más para recomendar el segmento, que trae estas breves incursiones en temas de artes y letras a los subscriptores de televisión por cable de Nueva York. Me parece que Contraportada es un aporte excelente por parte de Simián en un medio que la más de las veces se enfoca en aspectos más comerciales del entretenimiento. De paso aprovecho para mencionar que hace poco se publicó, también en Nueva York, en la revista Pie Derecho que edita el periodista Norberto Bogard, una nota sobre la publicación de la novela. También AOL Noticias y varios medios noticiosos afiliados en Internet se hicieron eco de la presentación de la novela en el mes de abril, gracias a una nota por el periodista…
3 comentariosMe crucé el otro día con un viejo libro que iba camino a la basura y, como es ya vieja costumbre, lo rescaté. Consiste de un compendio escrito por un bibliotecario sobre los que él considera los mejores quinientos libros del mundo que uno debe leer. Es una lista de lectura. Dice el autor Phillip Ward, en su «A Lifetime’s Reading; The World’s 500 Greatest Books», que la lectura vale la pena porque: “No es solamente conocimiento que obtenemos de los libros pero, si lo hacemos en la manera apropiada, tal vez también alguna medida de sabiduría.” Basta con hojear el libro para toparse con un desfile de clásicos de la literatura mundial como «La guerra y la paz» de Leo Tolstoi, las «Obras completas» de Federico García Lorca, «La familia de Pascual Duarte» de Camilo José Cela, «El sonido y la furia» de William Faulkner y «La náusea» de Jean-Paul Sartre. La lista sigue… Pero me detengo y hago una operación aritmética en mi cabeza. Y recuerdo el otro día a un amigo que expresaba cierta ansiedad porque hay tantos libros que debería leer, antes de ponerse a su aspiración de escribir, y de no saber ni siquiera por dónde comenzar. Aun si yo usara todos los años que me quedan de una deseada larga vida se haría imposible leer todas estas obras sin dejar de vivir en otros sentidos. Tendría que prescindir de otras actividades, de la aventura de la vida a la que los mismos libros nos…
4 comentariosEste es el discurso pronunciado esta noche en el acto de presentación del premio por el Primer Certamen Literario de la Academia Norteamericana de la Lengua a mi novela «La vida pasajera». Lo comparto aquí con aquellos de ustedes que no pudieron participar del acto en muestra de agradecimiento al apoyo recibido por este medio de alcance global. Ahora que la novela estará a la disposición de quienes quieran adquirirla, a través de la Fundación Instituto Castellano y Leonés de la Lengua, espero que esta sea de su gusto y que compartan conmigo su apreciación de la misma por estas páginas. Un saludo cariñoso desde Nueva York. Queridos amigos. Gracias por acompañarme esta noche en ocasión de la publicación de mi novela. Quisiera hablar un poco de lo que significan las palabras en este sospechoso arte de la escritura, pero lo voy a hacer a través de historias que se entrelazan a mi propia vida. La tarde soleada que salí de República Dominicana llevaba muy pocas pertenencias en mi maleta. Mis familiares en Nueva York me habían instruido a que dejara todo, excepto la ropa que llevaba puesta y algunos artículos de primera necesidad. Esto me puso en la difícil situación en la que se encuentran todos los que emigran, especialmente si saben que el regreso se va a dificultar (que es lo que casi siempre sucede). Tienen – o tenemos – que escoger qué partes de la vida que queda atrás ocupará el preciado espacio del equipaje. Aún a…
6 comentariosBuscaba yo noticias de la comunidad hispana en una nueva ciudad cuando vi un aviso sobre unas reuniones en las que se hablaba, en español, de libros. Un club del libro en torno a obras de ficción. Fui con mi cuaderno y lapicero – las temibles armas de mi profesión – a la librería donde se reunían con la idea de escribir una nota ligera. Pero entré por la puerta como periodista y salí hecho miembro del grupo. Intenté pasar toda la reunión jugando mi papel de mosca pegada a la pared – así describimos a veces los periodistas nuestro rol silente y desapegado en eventos que cubrimos –, mientras tomaba apuntes de una discusión muy animada sobre «Memorias de mis putas tristes», una novela corta que Gabriel García Márquez acababa de publicar por esos días. A diferencia de otros temas de política y demás – en los que logro observar con buen desapego – en este asunto se me hacía imposible mantener la distancia, sobre todo por la manera en que los participantes relacionaban las historias con sus propias vidas, y cómo se revelaban a la luz de la experiencia literaria. Como una señora mayorcita, más fácil de imaginar sentada en los bancos de dura madera de alguna iglesia, que esa noche defendió el derecho de las putas a ser putas. O un ex-profesor latinoamericano, desempleado en el exilio, que relacionaba aquella novela a la de Vladimir Nabokov y el posible deseo de García Márquez de darle a esa…
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