Press "Enter" to skip to content

Año: 2012

El árbol de las palabras

La primera vez fue una tarde en la que los poros de todas las aceras parecían sudar. Supiste que algo sucedía. Las imágenes venían unas tras otras y algunas oraciones llovían completas mientras conducías por la autopista. Fuiste a casa, a la casa de entonces, aquel apartamento encaramado desde el que veías unos rieles abandonados en un viejo camino de tierra, el mismo por el que todas las mañanas pasaba una mujer vestida de blanco camino al hospital. Eran esos días mágicos en que rebosabas de una fe en lo posible y veías casi todos los obstáculos como impedimentos pasajeros. Como aquella tarde en que un gran cúmulo de nubes te transportaba a otra hora remota en la que nunca viviste y en la que la lluvia se cernía sobre la vida de un niño. O como aquella mañana en que una partera con las manos ensangrentadas te mostraba el tejido gelatinoso de una placenta, acabada de parir, y sabías que presenciabas un milagro. O más de una ocasión en que la nieve, su forma de caer y agitarse, de pegarse a todo y de silenciar el ambiente, ponía al descubierto una gran producción cósmica de la que eras testigo. Sabías entonces que escribirías miles y miles de palabras en pos de un momento en el que pudieras decirle a otros: esto es eterno. Pero luego llegan los problemas de sintáxis, de estilo, de originalidad, de mercados y plataformas, de estructuras, de cosas que se ponen y pasan de moda,…

3 comentarios

Senderos de palabras que se bifurcan

“Ts’ui Pên diría una vez: ‘Me retiro a escribir un libro’. Y otra: ‘Me retiro a construir un laberinto’. Todos imaginaron dos obras; nadie pensó que libro y laberinto eran un solo objeto”. Jorge Luis Borges, «El jardín de senderos que se bifurcan». Tengo dos mentes, separadas no siempre por el contenido de sus pensamientos sino por la infraestructura gramática en la que estos fluyen. Una piensa en español y la otra en inglés. Una lengua responde al orden de sustantivo y adjetivo – “La Casa Blanca” – y la otra pone el adjetivo, o sea la descripción de las cosas, por delante y se traga los puntos entre las comillas: “The White House.” El idioma español ofrece multitud de conjugaciones, variando para cada pronombre y por cada tiempo. Recuerdo esas odiosas lecciones de memorización gramática para aprender siete formas de tiempos simples y siete formas de tiempos compuestos, más una forma imperativa. Requería un exceso de repetición aprender las variaciones desde el indicativo hasta los pluscuamperfectos, pero qué maravilloso poder decir luego: yo amo, yo amaba, yo amé, yo amaré, yo amaría, que yo ame, que yo amara (o que yo amase), y esto sin incluir los tiempos compuestos. ¿Quién dijo que se ama – presente de indicativo – una sola vez en la vida? En inglés, por supuesto, hay tiempos, pero se usa cantidad de verbos auxiliares — “will, could, would, should have loved” — para determinar posibilidades sin trastornar mucho los verbos. “Love” y “loved” serían las…

15 comentarios

La invención de Hugo Cabret

Al ver hace unos días la película “Hugo” de Martin Scorsese me quedé pensando sobre el papel que juega el creador, o sea el director de cine, o sea el escritor, o sea el poeta, o sea el pintor, o sea el escultor, o sea aquel que imagina historias, personajes y escenas y las plasma en algún medio con la esperanza de que otros las descubran. Crear no es necesariamente expresar algo nuevo, sino en gran manera revestir de nuevas formas lo que siempre estuvo ahí. Es en muchos casos renovar alguna visión básica sobre lo que es el ser humano. Esta película –cuyas representaciones de la ciudad de París de la primera mitad del siglo pasado son arrebatadoras en la versión de 3D– logra expresar en la persistencia de un huérfano algo muy sencillo, a la vez que guiña un ojo al que se interese en el arte de la creación. Habla del papel de los creadores como atrevidos predigistadores, visionarios que de alguna manera intuyen que el arte no es solamente entretenimiento. La película, basada en la novela gráfica «La invención de Hugo Cabret» de Brian Selznick, también nos dice que todos estamos aquí para alguna razón — aunque esta sea hija de la misma imaginación que enriquece nuestras vidas. Gracias por visitar Libro Abierto. Para subscribirse a futuras publicaciones, escríbanos a libroabierto@vmramos.com.

5 comentarios