Press "Enter" to skip to content

Año: 2013

Decir lo mismo de otra manera

He querido decir antes que, como lo expresaría el poeta, me habitan dos lenguas y que muchas veces me encuentro ante ese sendero en que debo escoger, o una de ellas me escoge a mí. A veces al llegarme la intención de narrar me salen palabras que adquirí en la segunda mitad de mi vida. Cuando eso pasa me dejo llevar y escribo en inglés. Aviso porque ya es hora de que comience a mostrar algunas de esas creaciones, o recreaciones, y creo que lo haré con mayor frecuencia aunque todavía no sepa exactamente por que medios. Esto no significa que vaya a dejar de escribir en español. Simplemente no puedo, a menos que me extirpen primero buena parte del cerebro, y quién sabrá que más. Pero aviso para aquellos de ustedes que conocen los dos idiomas. La primera publicación en inglés viene ya en cuestión días, aunque se trata de un texto conocido. Preparé un fragmento de mi novela La vida pasajera, que ya había publicado antes como “La caminata de Plinio”, para su lectura en inglés. En otras palabras me traduje a mí mismo, aunque al hacerlo tuve que encontrar nuevas maneras de decir lo mismo y, por lo tanto, fue como si escribiera el relato nueva vez. Respondí al llamado de Popshot Magazine, una revista en Londres que combina nuevas voces de la poesía y narrativa con ilustraciones, y envié el cuento que titulé “Plinio’s Walk” sin saber qué esperar. El escrito resultó entre los seleccionados para…

Dejar un comentario

Francisco Laguna Correa quiere “poner el dedo en una llaga” con su escritura

Ante todo, quiero ser breve, tanto en honor a esa expresión literaria del microrrelato como para ceder la palabra a un autor que la practica. Su nombre es Francisco Laguna Correa, maestro de universidad, editor de una literatura en ciernes, ganador en 2012 del Segundo Certamen Literario de la Academia Norteamericana de la Lengua por su libro de microrrelatos Finales felices. He leído la obra ganadora en tres o cuatro sentadas a más decir, no porque sea breve (aunque esa es una de las virtudes de esa construcción literaria), sino porque las narraciones de este tipo engañan al lector. Uno termina de leer una y consume la otra, como adicto de un significado que se elude y que otras veces se sobreentiende. Hay algo más en el vicio de la minificción. Tiene ese sabor de los sucesos que se cuentan entre murmullos y susurros, tal vez la manera más natural de conversación en estos tiempos nuestros, donde se conversa en un pasillo, en  un elevador, en tránsito. Tal vez por ello me llamó la atención el microrrelato que Laguna Correa llama “Confesión” y que me apropio aquí para no tergiversar: Esa mañana fui un difunto más. Oraba sin método, oraba para burlarme del método, y daba cuenta de mis pobres imitaciones: intentaba duplicar mi risa, mi cuerpo y dejar que mi sombra cargara con el peso de mi sarcófago. Me agotaba en mi cansancio, en la ecuación ensimismada y laboriosa del poema rancio que escribía con la mirada. La vida…

10 comentarios

Hacia una literatura del mundo

Fotografía “Entre el cielo y la tierra”, usada con licencia de Creative Commons, cortesía de Carol. En lecturas recientes he notado algo que tal vez sea obvio para los estudiosos de estos asuntos, pero es nuevo para mí: la literatura parece estar globalizándose a la par con la porosidad de las fronteras –sean éstas físicas o culturales– de la época contemporánea. Nada tiene de extraño que un personaje judío empiece su historia en Austria, traspase Europa, pase por Cuba y desembarque en Nueva York, como sucede en “Otra vez adiós” de Carlos Alberto Montaner. O que un personaje colombiano se encuentre arrestado en Bangkok y que su hermana se escurra de Tokio a Teherán en busca de algo elusivo que llamamos felicidad en la novela “Plegarias Nocturnas” de Santiago Gamboa. Ni que un Adam Johnson, el escritor estadounidense que ganó el Pulitzer este año por “The Orphan Master’s Son”, desarrolle una trama que transcurre en Corea del Norte, con algunos episodios en Japón, en Estados Unidos y en Corea del Sur. Tampoco que Jonathan Franzen envíe a uno de los personajes de su prototípica familia estadounidense a Lituania para arrojar una pizca de acción a “The Corrections”. Y ya sabemos como el chileno Roberto Bolaño escribió una especie de novela sin país en “Los detectives salvajes”, poblada de demasiadas voces, influencias y lugares. Aunque esa ficción se da inicialmente en el contexto geográfico de México, y dentro un mayor círculo de la cultura latinoamericana, uno puede palpar el trasfondo de…

1 comentario

Sánchez Féliz: “lo realmente importante … es explorar la esencia humana”

Al acercarme a Beatriz, el libro más reciente del narrador dominicano Rubén Sánchez Féliz, yo sospechaba que me adentraba en una novela romántica, al estilo de la María de Jorge Isaacs con su obsesión amorosa y descripciones idílicas. Bastó con leer las primeras páginas para saber que me equivocaba si me dejaba guiar únicamente por su título. Sánchez Féliz nos lanza en medio de una escena confusa en la que tres hombres huyen — de quiénes o de qué no se sabe todavía — e irrumpen en una casa buscando refugio hasta que pase “el peligro”. El niño que nos cuenta los sucesos solamente llega a adelantarnos “que en mi casa han colocado una bomba de tiempo”. Hay que seguir leyendo para conocer en su voz las calles acaloradas de su barrio y recibir poco a poco los detalles necesarios para armar el resto de la historia. El relato se centra en gente humilde que malvive bajo el supuesto orden de un gobierno dominicano que no admite retos. Nos vamos enterando, entre lo que dicen o callan los personajes, que jugar a la política en ese ambiente es entrar en un callejón sin salidas y que, como dice el papá del narrador, en esas circunstancias “la vida de un hombre no vale una mota”. La Beatriz que da nombre al libro, aunque apenas participa de la historia, está al centro de la resistencia política y casi llega a representar a otras mujeres que no vemos ni oímos porque ocupan esos…

10 comentarios

Buscando a Mistral, segunda parte

Hace poco compartí mi excursión tras los pasos de la poeta chilena Gabriela Mistral, aquella averiguación que emprendí, persiguiendo quizás algún resquicio hacia la materia prima de su literatura en este pedazo de Estados Unidos que ella habitó. Como lector, como juntador de palabras al fin, me ha dado por visitar sitios conocidos por estos genios de las letras cuando me entero de ellos, cazando los fantasmas detrás de sus escritos. Así he contado por aquí mis visitas a espacios que acogieron a los poetas Walt Whitman y Luis Cernuda, y compongo ya en mi mente una lista de otros que están a mi alcance y que me intrigan. El caso de Mistral lo tenía en mente por varios años y, como ya relaté, sentí el impulso de satisfacer mi curiosidad una tarde cualquiera. Pero he de recordar a quienes me lean que los escritos que pongo aquí no se someten a las revisiones y verificaciones del rigor académico y no siguen ningún orden necesariamente lógico. Rara vez los reviso más allá de dos o tres lecturas. Son rastros alfabéticos en la arena del tiempo y nada más. Por eso me bastan unos datos básicos para dar rienda suelta a mi curiosidad y escribir luego de estas experiencias reales o imaginarias (también reales). Así llegué a la anécdota que conté sobre mi visita adonde vivió y murió Mistral en esta isla larga de Long Island que he contado entre mis hogares. Pero resulta que no soy el único que ha…

1 comentario