He visto tres obras del dramaturgo norteamericano Arthur Miller porque se me han cruzado en el camino sin andarlas buscando, pareciéndome a veces que el teatro es un arte para clases mejores remuneradas que la mía. En cada ocasión he quedado sorprendido al ver que su obra me habla de manera directa. Hay un patrón que reconozco en las tres obras de Miller que he conocido: Él logra elevar personajes antiheroicos de la clase trabajadora, personas que en nuestras sociedades capitalistas podríamos llamar “perdedores,” de manera que casi olvidamos sus fallas y, aunque sea por momentos, logramos entenderlos. Conocí su obra en una clase de teatro en mi primer año de universidad, donde tuvimos que ensayar escenas de “Death of a Salesman” (“Muerte de un agente viajero”) a primera hora de la mañana, entre bostezos de sueño y ayunas. Leímos la obra antes de escenificar algunas partes en clase. No me fue muy bien en el papel de Willy, aquel hombre indeciso en búsqueda de un éxito que le elude. Me recuerdo en medio del escenario, todo tieso al lado de una cama donde yo le gritaba no sé qué cosa a mi supuesta mujer. Recitaba las líneas como si hubiese estado en una subasta para vender carros chatarra. Era un perdedor tratando de imitar a un perdedor. Pero se quedó algo en mí de la obra y de aquella experiencia, un desprecio mezclado con compasión hacia aquel personaje que trataba de ser quien no era en su afán de…
5 comentariosAño: 2015
Retrato de Dostoyesky por Vasily Perov Salí varias veces a caminar por las calles de San Petersburgo en una noche calurosa de julio, siguiendo los pasos de un hombre joven con un objetivo siniestro. Se proponía matar a la prestamista de empeños para robarle y liberarse de sus miserias. Su nombre Rodion Romanovich Raskolnikov, un personaje de la imaginación del novelista ruso Fyodor Dostoyevsky en la consagrada novela “El crimen y el castigo”. Hace más de una década que leí por primera vez la traducción al inglés de Constance Garnett, una inglesa que se especializó en la ficción rusa de Dostoyevsky, Leo Tolstoy y Anton Chekhov. Fui a este libro porque, por lo menos en los círculos de lectores que conocía entonces, Dostoyevsky parecía estar de moda y quise conocer su prosa y adentrarme en el libro que reinició su trayecto literario después de una época de censura y prisión. Pero después del coqueteo de los primeros capítulos encontré a Dostoyevsky igual de pesado que a Tolstoy, aunque ahora comprendo que en ambos casos yo estaba leyendo a Garnett y ese inglés tal vez victoriano de sus años más prolíficos. Abandoné la lectura varias veces, hasta que llegó otro día más reciente en que la oscuridad del San Petersburgo ficticio de la segunda mitad del siglo diecinueve logró sostener mi atención. Aquella era una vida de perros para la burguesía (tan despreciada por la historia) retratada en el imaginario de Dostoyevski bajo la Rusia de los tsares: gente en constante…
4 comentariosLeer es recrear lo escrito, sobre todo cuando se trata del lenguaje íntimo y muchas veces oscuro de la poesía. Por eso cuando uno lee y atribuye significados vale preguntarse si leyó lo que quiso decir la voz interna detrás de esas oraciones, o si leyó lo que uno quiso leer. Esto aún más cuando uno conoce a la persona que los escribió y esa lectura está marcada por la amistad.
Hace años que trato con Argénida Romero, aunque no creo que hayamos pisado el mismo pedazo de tierra a la vez. De alguna manera nos encontramos por esos senderos comunes de las letras y los medios y nos hicimos amigos, como se puede ser amigos a través de largas distancias.
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