Press "Enter" to skip to content

El descenso de Pip hacia sí mismo

La influencia de Charles Dickens en la cultura literaria inglesa es tal que se pueden conocer sus tramas y personajes sin abrir las páginas de un libro. Muchas producciones armadas en base a sus obras han llegado al cine, al teatro y a los dibujos animados. ¿Quién no conoce al tacaño de Ebenezer Scrooge y sus fantasmas? ¿O al niño huérfano Oliver Twist? ¿O a su reencarnación en Pip?

Es común oír en medios en inglés algunas frases dickensianas, como aquella frase convertida en cliché para situaciones ambiguas, tomada de su novela “A Tale of Two Cities” (“Historia de dos ciudades”):

“Era el mejor de los tiempos y era el peor de los tiempos; la edad de la sabiduría y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación.”

Yo conocía el argumento y algunos personajes de “Great Expectations” (que he visto traducido como “Grandes esperanzas” y “Grandes expectativas”), su penúltima novela terminada, antes de adentrarme en sus páginas. Había visto más de una película y se me había quedado grabada la escena en blanco y negro de la versión de 1946 del director David Lean en que conocemos a Pip como un niño huérfano, asediado por un criminal que se encuentra con él en un cementerio, y esta representación condicionó en buena medida cómo imaginé los personajes al leer la novela, hasta visualizar la historia en blanco y negro en ese ambiente de brumas que recreó el director.

En este caso, se da uno cuenta de que, aunque los detalles de la trama están bien representados en la pantalla y en el genio de los actores, se ha perdido algo fundamental al ver y oír en vez de leer: la voz sardónica del narrador con ese humor inglés que a veces pasa desapercibido y a veces castiga con las observaciones más cortantes, además de los instantes en que su emoción inesperada nos involucra en los pecadillos de su vida.

En unas oraciones resumidas, “Great Expectations” consiste en el giro que da la vida de un niño huérfano llamado Pip, que se encontraba bajo el cuidado y maltrato de su hermana y de su cuñado y cómplice Joe, cuando él recibe una herencia de parte de un donante desconocido con la condición de que asuma la vida de un gentilhombre (más preciso este término que un caballero en este caso) gozando de todos los bienes de la vida en sociedad. Pip puede vivir sin necesidad de trabajar para ganarse la vida y gradualmente se convierte en un creído, un esnob cuyas preocupaciones giran en torno a eventos sociales y estadías en hoteles donde gasta los recursos heredados en sí mismo.

Sucede lo que se puede esperar, que Pip vive una vida artificial y sin esfuerzos y se aleja de su origen humilde y de los suyos, que más o menos olvida a su cuñado Joe y a la joven Biddy, que habían sido amables con él. Parte de lo que humaniza a Pip es su enamoramiento frustrado de Estella, otra huérfana adoptada por una excéntrica señora que guarda resentimiento contra los hombres. Él también lucha con la confusión de clases, sus dudas sobre su propia legitimidad en ese mundo al que accede, aunque llega a creerse el papel que se le asigna.

Sin embargo, y sin revelar puntos clave de la trama, él descubre que sus bienes no lo separan tanto de sus orígenes como él imaginaba, y esa revelación precipita un descenso en el que se ve forzado a confrontar su pasado y a rendir cuentas.

No digo más para no arruinar las sorpresas, pero me he enterado de que Dickens quiso escribir una tragedia y le faltó valor para hacerle esa maldad a los lectores, convirtiendo el final de la novela en un romance más o menos resuelto. Le pasó lo mismo que con “A Christmas Carol” (“Canción de navidad” o “Cuento de navidad” en distintas traducciones), del que reescribió el final para no defraudar a sus lectores con el fracaso de la navidad.

En este caso, yo busqué el final original de “Great Expectations” para comparar la versión publicada con su intención más amarga. En la versión publicada, uno cree en que el amor vence, mientras que en la original el amor más bien se pierde por las malas decisiones de los personajes.

Ilustración por Marcus Stone de la publicación original de “Great Expectations” en 1854.

Para llegar allí tuve que soportar numerosos y cansones capítulos que parecían un reflejo de la vida tediosa de un caballero, hasta que Pip, a punto de perderlo todo, regresa a los pantanos que frecuentaba cuando niño en respuesta a una cita anónima. Aquel era el camino de regreso hacia su posible destrucción y uno sospecha que el personaje lo sabía y lo necesitaba. Apenas sobrevive en encuentro violento, pero no sin antes descubrir que ha estado traicionándose a sí mismo y que debe enderezar sus pasos.

La novela cobra un valor místico y mítico, porque Pip confronta su propia oscuridad, salga lo que salga, como cuando Odiseo desciende al inframundo, o cuando don Quijote deja sus hazañas para regresar a la vida común, o cuando Cuasimodo lo arriesga y pierde todo por Esmeralda. El héroe tiene que exponerse a su destrucción.

Aunque es otro personaje quien amenaza a Pip, su verdadero enemigo es él mismo, la manera en que ha falsificado su realidad. Él piensa (y esta es mi traducción) en lo que significaría morir sin vivir la vida que le correspondía:

“Mi mente, con rapidez inconcebible, rastreaba las consecuencias de tal muerte… Joe y Biddy nunca sabrían cuán arrepentido yo estuve esa noche, nadie sabría lo que yo había sufrido, qué tan verdadero yo quise ser, qué agonía yo había atravesado. La muerte que se acercaba a mí era terrible, pero aún más terrible que la muerte era el temor de ser malentendido después de la muerte”.

Este era el gran terror — una imagen extraída de las más íntimas pesadillas — que Pip descubría en la oscura humedad del pantanal. Tal parecía decir en su voz narrativa que los compromisos que requieren las grandes expectativas pueden condenar toda una vida.

4 comentarios

  1. Argénida Romero
    Argénida Romero julio 1, 2025

    “La muerte que se acercaba a mí era terrible, pero aún más terrible que la muerte era el temor de ser malentendido después de la muerte”.

    Me quedó con esto.

    Desconocía que esta novela tuviera otro fin menos ídilico y que Dickens cambiara finales para no defraudar a los lectores. Interesante.

    • Víctor Manuel Ramos
      Víctor Manuel Ramos julio 15, 2025

      Argénida, me perdonas el atraso en contestar. Este nuevo sitio no me notifica inmediatamente cuando hay mensajes, o por lo menos no lo he configurado bien y tengo que averiguar eso.

      Parte de la razón por la que Dickens cambió esos finales fue que en sus días publicaba las novelas serializadas por capítulos y eso le daba un público que respondía mientras él iba sacando esos episodios. Tengo entendido que en el caso del relato de navidad hubo alguna especie de revuelta entre sus lectores cuando publicó un final triste (léase, realista) y tuvo que añadir un final a ese final, que ahora vemos hacer eco en la costumbre del final falso que se vuelve menos trágico y que se usa en ciertos géneros literarios. Pero le pasó con esta novela también, y los cambios fueron muy sutiles pero significativos.

      Parece tan extraño esto en nuestros días, que la gente esté tan involucrada en un texto de ficción, pero supongo que sería como si Netflix le añadiera otro final a una de sus series porque los fanáticos de estas no quieren que se les arruine su visión del mundo. Gracias por seguir esta conversación.

  2. Mary Paulino
    Mary Paulino julio 14, 2025

    Hola, conozco tus letras desde hace mucho tiempo ya, qué bueno q te ha mantenido. Hoy me topé con este artículo y me ha gustado mucho el enfoque, un saludo!

    • Víctor Manuel Ramos
      Víctor Manuel Ramos julio 15, 2025

      Hola Mary, qué bueno leerte otra vez por aquí. Soy terco y sigo escribiendo, aunque dejo pasar mucho tiempo a veces. ¡Que se repita la visita!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *