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Autor: Víctor Manuel Ramos

La lectura como ventana al diálogo

Buscaba yo noticias de la comunidad hispana en una nueva ciudad cuando vi un aviso sobre unas reuniones en las que se hablaba, en español, de libros. Un club del libro en torno a obras de ficción. Fui con mi cuaderno y lapicero – las temibles armas de mi profesión – a la librería donde se reunían con la idea de escribir una nota ligera. Pero entré por la puerta como periodista y salí hecho miembro del grupo. Intenté pasar toda la reunión jugando mi papel de mosca pegada a la pared – así describimos a veces los periodistas nuestro rol silente y desapegado en eventos que cubrimos –, mientras tomaba apuntes de una discusión muy animada sobre «Memorias de mis putas tristes», una novela corta que Gabriel García Márquez acababa de publicar por esos días. A diferencia de otros temas de política y demás – en los que logro observar con buen desapego – en este asunto se me hacía imposible mantener la distancia, sobre todo por la manera en que los participantes relacionaban las historias con sus propias vidas, y cómo se revelaban a la luz de la experiencia literaria. Como una señora mayorcita, más fácil de imaginar sentada en los bancos de dura madera de alguna iglesia, que esa noche defendió el derecho de las putas a ser putas. O un ex-profesor latinoamericano, desempleado en el exilio, que relacionaba aquella novela a la de Vladimir Nabokov y el posible deseo de García Márquez de darle a esa…

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Respuesta a un poeta

El otro día, a eso de las ocho y media de la noche, leí un poema que me rompió el corazón. Yo no estaba preparado para ello, o tal vez lo estaba porque me sucedió. Eran versos sobre un lugar en el que nunca estuve. No eran para mí versos nuevos. Pero hay momentos en que una composición, que antes fuera sucesión de palabras, llega a más que eso – o tal vez soy yo quien se transfigura. Está uno ahí, justo al lado del poeta, o incluso más allá, en el momento antes del principio, previo a la primera palabra. ¿Y qué importa que el poeta haya muerto un año antes que uno naciera? Él sabía que yo lo leería, no este yo pequeño que tiene personalidad y es un obrero asalariado más, sino el yo sin nombre de treinta y tantos años después: que es como él, que por un momento es él. Casi no resisto, casi no termino de leer por el nudo en la garganta, y quiero decirle: “Poeta, has dicho verdad que trasciende el tiempo”. Gracias por visitar Libro Abierto. Para subscribirse a futuras publicaciones, escríbanos a libroabierto@vmramos.com.

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Las manos de Nery Russo

No había leído ni una sola página escrita por Nery Russo, pero cuando me invitaron a conocer a una novelista venezolana de visita en la ciudad donde vivo aproveché la oportunidad y asistí a una tertulia informal con otras periodistas. La señora Russo venía bien recomendada como una periodista y novelista de mucha trayectoria en ese país sudamericano.

Antes de la reunión busqué referencias sobre Russo y, aunque no encontré sus libros en circulación, pude verificar que publicó al menos cuatro obras: «La mujer del caudillo» en 1952; «Zory» en 1956; «Los cierzos del silencio» en 1964 y «Con los pasos del perro» en 1992. Se le describe en algunas monografías que encontré como una de varias mujeres novelistas que surgieron a pesar de la aridez artística que se dio en Venezuela durante la dictadura del “Perezjimenizmo” – régimen que sucediera al derrocamiento del Presidente Rómulo Gallegos, el novelista más conocido de ese país por su clásico latinoamericano «Doña Bárbara».

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Una lista de lectura

Hace poco empecé una lista de obras de ficción que estaba leyendo porque, como el típico lector de varios libros a la vez, a veces pierdo la noción de cuántos llevo iniciados. Este deseo de establecer orden me llevó a descubrir una nueva obsesión, similar a la de los hobbies que muchas personas ponen en sus pérfiles biográficos como puntos definitorios de sus personalidades. Seguí hasta incorporar títulos leídos el año pasado, y el antepasado, y así en lo sucesivo – hasta terminar con una suerte de catálogo de mi lectura de ficción. La primera observación que resultó de este extraño ejercicio fue que en promedio leo unas doce novelas por año, o sea una por mes, aunque mi lectura suele ser simultánea entre una novela en español y otra en inglés, que voy alternando con algunos otros libros de prosa periodística o académica, alguna colección de cuentos y uno que otro libro de poesía. Esto sin contar los periódicos y revistas ni los blogs que me son de interés. También noté que muchos libros que tengo que leer, ya sea porque quiero leerlos o porque son imprescindibles en la formación de cualquier lector-escritor, no los he tocado. Esto último llevó a una expansión del proyecto. He agregado más de una docena de títulos a la lista de pendientes, que sigue creciendo. He anotado los que tengo empezados, los que abandoné y hasta los países de orígenes de los autores en una hoja de trabajo como las que usaría un…

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El poder de “In the Heights”

Cuando vi la conmoción en los medios estadounidenses sobre “In The Heights”, un musical que se escenifica en el Washington Heights que es el barrio-corazón de la comunidad dominicana y de otros grupos hispanos en el alto Manhattan, sospeché que éste sufriría del síndrome de las obras muy alabadas por un público que desconoce el tema tratado. Temí que el musical con música y canciones de Lin-Manuel Miranda, basadas en una pieza teatral de Quiara Alegría Hudes, iba a presentar una versión de la latinidad que no estaría a tono con lo que se vive en los barrios neoyorquinos. Pensé que, además, la obra me aburriría porque nunca he sido fanático de estas producciones teatrales donde la música desciende del cielo. Tal vez por ello esperé tanto para ver el musical que mereció el prestigioso premio Tony en 2008. Durante una reciente visita a Nueva York, asistí por fin a verlo en el famoso distrito teatral de Broadway y me di cuenta de que, como suele suceder, estas suposiciones mías estaban equivocadas. No solamente disfruté de las más de dos horas del musical sin cansarme, sino que me conmoví con algunas escenas, me reí con algunas ocurrencias y sentí la música como una expresión muy natural de la lucha por la vida en los guetos latinos. El Washington Heights que vi en escena me pareció verosimil – y por lo tanto real dentro de lo posible – porque, a pesar de los estereotipos, se presentó como un lugar vibrante donde…

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