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Autor: Víctor Manuel Ramos

La invención de Hugo Cabret

Al ver hace unos días la película “Hugo” de Martin Scorsese me quedé pensando sobre el papel que juega el creador, o sea el director de cine, o sea el escritor, o sea el poeta, o sea el pintor, o sea el escultor, o sea aquel que imagina historias, personajes y escenas y las plasma en algún medio con la esperanza de que otros las descubran. Crear no es necesariamente expresar algo nuevo, sino en gran manera revestir de nuevas formas lo que siempre estuvo ahí. Es en muchos casos renovar alguna visión básica sobre lo que es el ser humano. Esta película –cuyas representaciones de la ciudad de París de la primera mitad del siglo pasado son arrebatadoras en la versión de 3D– logra expresar en la persistencia de un huérfano algo muy sencillo, a la vez que guiña un ojo al que se interese en el arte de la creación. Habla del papel de los creadores como atrevidos predigistadores, visionarios que de alguna manera intuyen que el arte no es solamente entretenimiento. La película, basada en la novela gráfica «La invención de Hugo Cabret» de Brian Selznick, también nos dice que todos estamos aquí para alguna razón — aunque esta sea hija de la misma imaginación que enriquece nuestras vidas. Gracias por visitar Libro Abierto. Para subscribirse a futuras publicaciones, escríbanos a libroabierto@vmramos.com.

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Visitando a Walt Whitman en el silencio de los siglos

Estatua de Walt Whitman – Foto: V.M. Ramos Me celebro y me canto a mí mismo.Y lo que yo diga ahora de mí, lo digo de ti,porque lo que yo tengo lo tienes túy cada átomo de mi cuerpo es tuyo también. Así se presentó Walt Whitman al mundo cuando a la edad de treintiséis años empezó a escribir el poema épico “Leaves of Grass” (“Hojas de hierba”), casi a mitad del Siglo Diecinueve. Digo que se presentó al mundo porque sus palabras, trabajadas cuidadosamente a través de las décadas que vivió, eran para toda la humanidad e incluso para la humanidad futura, sabiendo él entonces que sus versos rompían con el pensamiento de su tiempo. Otros expertos podrán decir más de él, pero Whitman abandonó la rima convencional de los versos de sus días. Whitman mezcló los géneros, porque su poesía es a la vez narración, canto, crítica y exaltación; es cuento y novela; tiene trama, carece de medidas pero no de ritmo. Whitman resquebrajó también el puritanismo de su época y no distinguió entre el deseo hacia un hombre o hacia una mujer. Dijo lo que tenía que decir, aunque en principios su libro no lo publicara nadie más que él y aunque muy pocos fuera de los intelectuales de su época se interesaran en esa poesía rara e iconoclasta. Cómo evitar detenerme un día y volver al pasado desde el que Whitman existió si casi todos los días paso apresurado por la carretera que da con la…

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La importancia de las palabras

Este es el discurso pronunciado esta noche en el acto de presentación del premio por el Primer Certamen Literario de la Academia Norteamericana de la Lengua a mi novela «La vida pasajera». Lo comparto aquí con aquellos de ustedes que no pudieron participar del acto en muestra de agradecimiento al apoyo recibido por este medio de alcance global. Ahora que la novela estará a la disposición de quienes quieran adquirirla, a través de la Fundación Instituto Castellano y Leonés de la Lengua, espero que esta sea de su gusto y que compartan conmigo su apreciación de la misma por estas páginas. Un saludo cariñoso desde Nueva York. Queridos amigos. Gracias por acompañarme esta noche en ocasión de la publicación de mi novela. Quisiera hablar un poco de lo que significan las palabras en este sospechoso arte de la escritura, pero lo voy a hacer a través de historias que se entrelazan a mi propia vida. La tarde soleada que salí de República Dominicana llevaba muy pocas pertenencias en mi maleta. Mis familiares en Nueva York me habían instruido a que dejara todo, excepto la ropa que llevaba puesta y algunos artículos de primera necesidad. Esto me puso en la difícil situación en la que se encuentran todos los que emigran, especialmente si saben que el regreso se va a dificultar (que es lo que casi siempre sucede). Tienen – o tenemos – que escoger qué partes de la vida que queda atrás ocupará el preciado espacio del equipaje. Aún a…

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Las manos de Nery Russo

No había leído ni una sola página escrita por Nery Russo, pero cuando me invitaron a conocer a una novelista venezolana de visita en la ciudad donde vivo aproveché la oportunidad y asistí a una tertulia informal con otras periodistas. La señora Russo venía bien recomendada como una periodista y novelista de mucha trayectoria en ese país sudamericano.

Antes de la reunión busqué referencias sobre Russo y, aunque no encontré sus libros en circulación, pude verificar que publicó al menos cuatro obras: «La mujer del caudillo» en 1952; «Zory» en 1956; «Los cierzos del silencio» en 1964 y «Con los pasos del perro» en 1992. Se le describe en algunas monografías que encontré como una de varias mujeres novelistas que surgieron a pesar de la aridez artística que se dio en Venezuela durante la dictadura del “Perezjimenizmo” – régimen que sucediera al derrocamiento del Presidente Rómulo Gallegos, el novelista más conocido de ese país por su clásico latinoamericano «Doña Bárbara».

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El poder de “In the Heights”

Cuando vi la conmoción en los medios estadounidenses sobre “In The Heights”, un musical que se escenifica en el Washington Heights que es el barrio-corazón de la comunidad dominicana y de otros grupos hispanos en el alto Manhattan, sospeché que éste sufriría del síndrome de las obras muy alabadas por un público que desconoce el tema tratado. Temí que el musical con música y canciones de Lin-Manuel Miranda, basadas en una pieza teatral de Quiara Alegría Hudes, iba a presentar una versión de la latinidad que no estaría a tono con lo que se vive en los barrios neoyorquinos. Pensé que, además, la obra me aburriría porque nunca he sido fanático de estas producciones teatrales donde la música desciende del cielo. Tal vez por ello esperé tanto para ver el musical que mereció el prestigioso premio Tony en 2008. Durante una reciente visita a Nueva York, asistí por fin a verlo en el famoso distrito teatral de Broadway y me di cuenta de que, como suele suceder, estas suposiciones mías estaban equivocadas. No solamente disfruté de las más de dos horas del musical sin cansarme, sino que me conmoví con algunas escenas, me reí con algunas ocurrencias y sentí la música como una expresión muy natural de la lucha por la vida en los guetos latinos. El Washington Heights que vi en escena me pareció verosimil – y por lo tanto real dentro de lo posible – porque, a pesar de los estereotipos, se presentó como un lugar vibrante donde…

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