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Categoría: Bowery Park

Mañana en el Barrio Chino.

Una brisa fría viene del oeste. Para eso está el abrigo, con todas sus cremalleras y botones, y los guantes de piel sintética. Hay pocas gentes en las aceras todavía, pero eso no será por mucho rato. Todo empieza a moverse con la luz que rebota de pared en pared. Sube una ráfaga de exhalaciones de uno de muchos respiraderos subterráneos. Pasa el tren escandaloso por debajo y tiembla el piso a su paso. Los carros zumban, antes del próximo cambio de luz. El Bowery, un parque que existe tanto en el Nueva York material como en el de ficción, abosteza y se estira. Los primeros peatones recorren su costillar de concreto. Chinatown despierta. El chillido de los frenos de los autobuses públicos sirve de despertador. Un negociante hala el portón metálico que protege los cristales de su tienda. Se oyen las cajas de bola que crujen sobre sus rieles. Otros portones tienen otras voces. Los vendedores de los puestos de verdura, de frutas, de pescados y mariscos, acomodan sus cargas. Uno de ellos lleva una carretilla en la que transporta un gran pescado de cabeza gorda. Aletea todavía. Lleva en una bolsa unos sapos regordetes que se pisan unos a otros. Pelean por escalar hasta el tope de la funda. Probablemente ignoran que pronto colgarán de las patas a la entrada de una tienda de exquisiteces. La brisa fría se pierde entre el gentío. En el Bowery se juntan unos veinte a treinta cuerpos. Visten payamas. Uno trae un…

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