“Esclavizarse en los asuntos sin sentido de la vida mundana, Y después salir de ella vacíos – Ese es un grave error”. «Los versos raíz de los seis períodos de en medio». En la tradición budista se le llama ¨dharma” –del sánscrito “lo que está establecido”– a la enseñanza de naturaleza espiritual que orienta al ser humano en pos de su propia liberación. Se considera un privilegio recibir el dharma para escapar de la rueda del Samsara que representa el largo ciclo de encarnaciones y muertes en menores y mayores escalas de la existencia. Aprehender esta enseñanza significa entrar a un camino en el que se busca una mayor comprensión de la vida, entendiendo que el deseo y el sufrimiento están intimamente ligados. Hay en la enseñanza un llamado al desapego de este mundo de las formas que, en fin, es pasajero. Esa visión ultraexistencial explica por qué los budistas tibetanos tienen una apreciación de la muerte que difiere en mucho de la norma occidental. La muerte no es un final, sino una transición. Incluso, la muerte es para ellos una oportunidad para dar el salto hacia afuera de la mecanicidad de la transmigración. La vida, a la vez, es de suma importancia como el terreno práctico en que los aspirantes a la realización pueden adiestrar su mente para romper el condicionamiento que impide la liberación. Esta tradición, hermética durante varios siglos, se esparció a otras latitudes con la salida forzosa de los tibetanos de su tierra ante el avance…
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