Press "Enter" to skip to content

Categoría: escritores

El porqué de un pseudónimo.

Pocos saben quién fue Ricardo Eliecer Neftalí Reyes, pero muchos más reconocen a Pablo Neruda. Era el mismo escritor chileno, recurriendo al pseudónimo para ocultarse y revelarse a la vez. Igual que lo hizo Mark Twain, el satirista estadounidense cuyo nombre de pila era Samuel Langhorne Clemens. O como George Sand, la novelista francesa que cambió Amantine Aurore Lucile Dupin por ese mote masculino en una época que no favorecía a las mujeres. Tal y como Toni Morrison sirvió de alias a Chloe Anthony Wofford. Podría citarse muchos más para decir lo obvio: Muchos escritores han sentido la necesidad de crear una identidad narrativa que les permitiera una expresión más libre. Así, Lucía de María del Perpetuo Socorro se convirtió en Gabriela Mistral. O Marie-Henri Beyle se resumió con un simple Stendhal; tal como Voltaire prefirió una sola palabra al nombre heredado de François-Marie Arouet. Hubo escritores y artistas que se disiparon desconocidos, con todo y sus nombres creados. Más que pseudónimos, que literalmente significa “nombres falsos,” hablamos de lo que los franceses denominaron “nom de guerre” y que los ingleses cambiaron a “nom de plume”. No se trata de engaño, sino más bien del trascender simbólico de la propia personalidad. Además, no es nada curioso que alguien que tenga como instrumento las palabras dé cierta importancia a las que se convertirían en representación de su obra. Hay muchas consideraciones que favorecen o contradicen este anonimato. El autor que usa pseudónimo renuncia a una parte de sí mismo para forjar…

6 comentarios

La mística de los escritores

Un escritor es alguien que sabe escribir y lo hace. Nada más. Pero en los medios literarios se trata a los autores consagrados como si fueran grandes guías de la humanidad, y semidioses de algún Olimpo desgraciado. Algunos genios habrá; otros escasamente serán estilistas, aunque están los que necesitarán ayuda siquiátrica. De los escritores, sin embargo, se vende una imagen, que la mayoría de las veces bordea en lo misticoide. Aparecen fotografiados en poses de profundo pensamiento, retorcidos casi como el hombre tieso de la escultura de Rodín, que una vez describiera Gabriela Mistral en su poesía: Con el mentón caído sobre la mano ruda el Pensador se acuerda que es carne de la huesa carne fatal, delante del destino desnuda, carne que odia la muerte, y tembló de belleza. Y en las entrevistas se les rinde pleitesía, y se les formulan preguntas grasosas, que a veces tienen muy poco que ver con los libros que escribieron: ¿cuál es para usted el significado de la vida? Así ganan los escritores un púlpito de roca, desde el que bien pueden exhibir sus egos de pedantes, lucir su erudición, o en raras ocasiones compartir los asuntos vitales que les mueven a la escritura. La mayoría lo que hace es pavonearse, presas de toda la alcahuetería que se forma alrededor de ellos. Mucha de la gente que devora libros se cree esa mística rara y trafica en historias oscuras sobre esos seres angustiados que enaltecen en sus mentes. Recuerdo alguna ocasión en que…

1 comentario