“Cuántas veces don Quijote, por esa misma llanura, en horas de desaliento así te miró pasar. Y cuántas veces te gritó ‘Hazme un sitio en tu montura y llévame a tu lugar, que yo también voy cargado de amargura y no puedo batallar’”. Joan Manuel Serrat, «Vencidos». En vista de que hacen cuatro siglos que se publicó «Don Quijote de la Mancha», me cuento entre aquellos que regresaron este mes a sus estantes de libros y desempolvaron sus ediciones de esta obra cumbre en que se cuentan las hazañas del ingenioso hidalgo. Por todas partes de la Hispania, que así le llamaré a la tierra literaria que conocemos desde la Tierra del Fuego hasta los barrios hispanos de Nueva York, se celebran reuniones, lecturas, presentaciones y congresos que hacen ecos a las celebraciones en España. Entre todos estos actos, incluyendo aquellos de elevados vuelos académicos, el más honesto, y a la vez el más revelador, es la lectura de la obra, ya sea por primera o sucesiva vez. Solamente así se descubre qué es lo que puede tener un relato que obviamente recorre los senderos de la ficción para que no solamente sobreviva a su autor, sino a los siglos, y así se convierta en un arquetipo de la experiencia humana. La gran novela española sobrevive, ya en todos los idiomas que tienen literatura, desde mil seiscientos cinco hasta dos mil cinco. Es porque Miguel de Cervantes Saavedra se conectó en aquella cárcel de Sevilla donde escribió con por lo…
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