Fotografía “Entre el cielo y la tierra”, usada con licencia de Creative Commons, cortesía de Carol. En lecturas recientes he notado algo que tal vez sea obvio para los estudiosos de estos asuntos, pero es nuevo para mí: la literatura parece estar globalizándose a la par con la porosidad de las fronteras –sean éstas físicas o culturales– de la época contemporánea. Nada tiene de extraño que un personaje judío empiece su historia en Austria, traspase Europa, pase por Cuba y desembarque en Nueva York, como sucede en “Otra vez adiós” de Carlos Alberto Montaner. O que un personaje colombiano se encuentre arrestado en Bangkok y que su hermana se escurra de Tokio a Teherán en busca de algo elusivo que llamamos felicidad en la novela “Plegarias Nocturnas” de Santiago Gamboa. Ni que un Adam Johnson, el escritor estadounidense que ganó el Pulitzer este año por “The Orphan Master’s Son”, desarrolle una trama que transcurre en Corea del Norte, con algunos episodios en Japón, en Estados Unidos y en Corea del Sur. Tampoco que Jonathan Franzen envíe a uno de los personajes de su prototípica familia estadounidense a Lituania para arrojar una pizca de acción a “The Corrections”. Y ya sabemos como el chileno Roberto Bolaño escribió una especie de novela sin país en “Los detectives salvajes”, poblada de demasiadas voces, influencias y lugares. Aunque esa ficción se da inicialmente en el contexto geográfico de México, y dentro un mayor círculo de la cultura latinoamericana, uno puede palpar el trasfondo de…
1 comentarioCategoría: literatura
“Ts’ui Pên diría una vez: ‘Me retiro a escribir un libro’. Y otra: ‘Me retiro a construir un laberinto’. Todos imaginaron dos obras; nadie pensó que libro y laberinto eran un solo objeto”. Jorge Luis Borges, «El jardín de senderos que se bifurcan». Tengo dos mentes, separadas no siempre por el contenido de sus pensamientos sino por la infraestructura gramática en la que estos fluyen. Una piensa en español y la otra en inglés. Una lengua responde al orden de sustantivo y adjetivo – “La Casa Blanca” – y la otra pone el adjetivo, o sea la descripción de las cosas, por delante y se traga los puntos entre las comillas: “The White House.” El idioma español ofrece multitud de conjugaciones, variando para cada pronombre y por cada tiempo. Recuerdo esas odiosas lecciones de memorización gramática para aprender siete formas de tiempos simples y siete formas de tiempos compuestos, más una forma imperativa. Requería un exceso de repetición aprender las variaciones desde el indicativo hasta los pluscuamperfectos, pero qué maravilloso poder decir luego: yo amo, yo amaba, yo amé, yo amaré, yo amaría, que yo ame, que yo amara (o que yo amase), y esto sin incluir los tiempos compuestos. ¿Quién dijo que se ama – presente de indicativo – una sola vez en la vida? En inglés, por supuesto, hay tiempos, pero se usa cantidad de verbos auxiliares — “will, could, would, should have loved” — para determinar posibilidades sin trastornar mucho los verbos. “Love” y “loved” serían las…
15 comentariosEstatua de Walt Whitman – Foto: V.M. Ramos Me celebro y me canto a mí mismo.Y lo que yo diga ahora de mí, lo digo de ti,porque lo que yo tengo lo tienes túy cada átomo de mi cuerpo es tuyo también. Así se presentó Walt Whitman al mundo cuando a la edad de treintiséis años empezó a escribir el poema épico “Leaves of Grass” (“Hojas de hierba”), casi a mitad del Siglo Diecinueve. Digo que se presentó al mundo porque sus palabras, trabajadas cuidadosamente a través de las décadas que vivió, eran para toda la humanidad e incluso para la humanidad futura, sabiendo él entonces que sus versos rompían con el pensamiento de su tiempo. Otros expertos podrán decir más de él, pero Whitman abandonó la rima convencional de los versos de sus días. Whitman mezcló los géneros, porque su poesía es a la vez narración, canto, crítica y exaltación; es cuento y novela; tiene trama, carece de medidas pero no de ritmo. Whitman resquebrajó también el puritanismo de su época y no distinguió entre el deseo hacia un hombre o hacia una mujer. Dijo lo que tenía que decir, aunque en principios su libro no lo publicara nadie más que él y aunque muy pocos fuera de los intelectuales de su época se interesaran en esa poesía rara e iconoclasta. Cómo evitar detenerme un día y volver al pasado desde el que Whitman existió si casi todos los días paso apresurado por la carretera que da con la…
5 comentariosHace poco me invitaron a una entrevista en televisión en el segmento Contraportada de NY1 Noticias, una estación de cable en la ciudad de Nueva York, para hablar sobre mi novela «La vida pasajera». Asistí, aunque prefiero escribir a dar entrevistas e incluso entrevistar a ser el entrevistado. Se da una dinámica impredecible en cada entrevista, y creo que especialmente aquellas que se dan ante el ojo implacable de las cámaras, en la que uno dice lo que nunca pensó decir. Por suerte, este segmento es corto y no permitió muchas metidas de pata. Aquí les comparto un enlace a la entrevista, con especial agradecimiento a José Manuel Simián por realizarla, a NY1 Noticias por ponerla en el aire y a la productora de televisión Themys Brito por conectarnos. La comparto más para recomendar el segmento, que trae estas breves incursiones en temas de artes y letras a los subscriptores de televisión por cable de Nueva York. Me parece que Contraportada es un aporte excelente por parte de Simián en un medio que la más de las veces se enfoca en aspectos más comerciales del entretenimiento. De paso aprovecho para mencionar que hace poco se publicó, también en Nueva York, en la revista Pie Derecho que edita el periodista Norberto Bogard, una nota sobre la publicación de la novela. También AOL Noticias y varios medios noticiosos afiliados en Internet se hicieron eco de la presentación de la novela en el mes de abril, gracias a una nota por el periodista…
3 comentariosMe crucé el otro día con un viejo libro que iba camino a la basura y, como es ya vieja costumbre, lo rescaté. Consiste de un compendio escrito por un bibliotecario sobre los que él considera los mejores quinientos libros del mundo que uno debe leer. Es una lista de lectura. Dice el autor Phillip Ward, en su «A Lifetime’s Reading; The World’s 500 Greatest Books», que la lectura vale la pena porque: “No es solamente conocimiento que obtenemos de los libros pero, si lo hacemos en la manera apropiada, tal vez también alguna medida de sabiduría.” Basta con hojear el libro para toparse con un desfile de clásicos de la literatura mundial como «La guerra y la paz» de Leo Tolstoi, las «Obras completas» de Federico García Lorca, «La familia de Pascual Duarte» de Camilo José Cela, «El sonido y la furia» de William Faulkner y «La náusea» de Jean-Paul Sartre. La lista sigue… Pero me detengo y hago una operación aritmética en mi cabeza. Y recuerdo el otro día a un amigo que expresaba cierta ansiedad porque hay tantos libros que debería leer, antes de ponerse a su aspiración de escribir, y de no saber ni siquiera por dónde comenzar. Aun si yo usara todos los años que me quedan de una deseada larga vida se haría imposible leer todas estas obras sin dejar de vivir en otros sentidos. Tendría que prescindir de otras actividades, de la aventura de la vida a la que los mismos libros nos…
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