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Categoría: literatura

Escritores, entre comillas.

Hace varios años fui a una conferencia de escritores en Manhattan, cargado de dudas sobre mi derecho a participar. Es que no acepto del todo el título de escritor, aunque escriba todos los días y sean las letras las que paguen mis cuentas. Mucha de esta inseguridad surge de una suposición mía. Creo que escribir es un asunto opcional y que puedo, si así lo decido, dedicarme a vender frutas en alguna esquina y nunca más plasmar una idea. Pero siempre termino haciéndolo. Me escondía bajo un alero, esperando a que se disipara la lluvia y que abrieran la puerta de aquella especie de castillo medieval que era la escuela adonde nos reuniríamos. En eso llegó otro. Lo reconocí como el tipo-escritor: traía jeans negros, chaqueta de cuero sobre una camiseta, el pelo sin peinar y esa especie de grandeza ensayada. Se presentó como un escritor y me preguntó si esperaba para la conferencia. Entonces me miró: yo venía de la oficina, con el uniforme de pantalones caqui, camisa azul celeste y corbata de un día de entrevistas y reuniones. Parecía un contador, un trabajador de recursos humanos, un vendedor de zapatos; cualquier oficinista alejado del mundo de las letras. –¿Eres escritor? — me preguntó. Yo noté la ciudad, su movimiento perpetuo y la lluvia: ese palpitar que podría describirse de tantas maneras en un texto. No quise comprometerme con una respuesta. –Más o menos — contesté. –¿Más o menos? El gran portón de madera se abrió y una mujer…

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Flores amarillas

En memoriade Hecsa Costa. Recuerdo sus ojos claros, pero no sé si azules, verdes o amarillos. Me decía que escribiera cuando yo no sabía que escribiría. Acepté que si algún día lo hacía la buscaría para compartir lo escrito. Era mi primer profesora universitaria en aquella clase de humanidades. Es posible que yo, también, haya sido su primer estudiante, aunque éramos más de una docena. Nos contaba de la clarividencia del escritor: aquella facultad de hilvanar historias con algún germen de verdad. Llegué por los pasillos que antes recorrí, pero no estaba. Había dejado las aulas. Recordé el final de clase en su apartamento. Allí estábamos todos, aquel grupo de inmigrantes disparejos que acababan de completar su primer semestre. El examen consistía en una discusión sobre los personajes de «Cien años de soledad» — texto de la clase junto a «La vida es sueño» y «La metamorfosis». A varios nos asignó personajes. Me tocó José Arcadio Buendía –ese loco idealista del Macondo primeval– y estuve hasta la víspera marcando párrafos en amarillo y rosado. Abro el libro en cualquier página y ahí están las marcas todavía, como este párrafo, sin duda de los que me parecieron más importantes: “Entonces entraron al cuarto de José Arcadio Buendía, lo sacudieron con todas sus fuerzas, le gritaron al oído, le pusieron un espejo frente a las fosas nasales, pero no pudieron despertarlo. Poco después, cuando el carpintero le tomaba las medidas para el ataúd, vieron a través de la ventana que estaba cayendo…

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La realidad virtual.

Uno de los mayores logros de la literatura es que nos pone en el pellejo de otros. Nos hace vivir de manera virtual –esta palabrita que hace años está de moda, aunque su aplicación existe desde los orígenes de la narrativa moderna– la experiencia común de otro ser humano: sea hombre, mujer, loco, idealista, héroe, villano, apasionado, ambicioso, sufrido, mártir, cobarde o redentor. Este es uno de los ángulos más interesantes de la narrativa, particularmente del cuento y de la novela que son primo-hermanos. Se puede descubrir a través de su experiencia aquello que tal vez nunca contemplamos, quedando nosotros, en el mejor de los casos, con una comprensión más elástica del mundo. Esta, me parece a mi, es una experiencia que, aunque no sea vivencia, vale la pena. Gracias por visitar Libro Abierto. Para subscribirse a futuras publicaciones, escríbanos a libroabierto@vmramos.com.

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De los escritores dominicanos fuera de República Dominicana.

La escritura es un trabajo solitario, ya se sabe, aunque nada de lo que redacta el escritor se deriva de un proceso aislado. La vida, esa sucesión de causas y efectos en la que podemos ser efecto y causa, está presente en cada verbo, adjetivo y sustantivo, aunque se manifieste como una versión destilada por la imaginación. Es por eso que tanto los escritores que comparten una época como los que comparten condiciones de vida concuerdan en inquietudes y temas y llegan a conformar movimientos. Es difícil, sin embargo, captar esa unicidad desde la intimidad del escritor y su página en blanco. Le queda a los expertos identificar trazos comunes. Una manera de hacerlo es en el estudio de la condición geográfica y cultural que llamamos nacionalidad. Las literaturas nacionales comparten sus temas, sus voces y sus tendencias, tomando como base la experiencia común que se da entre los cercos de una frontera. ¿Pero qué pasa cuando la nacionalidad no es algo tan definido, cuando es un punto de referencia que se esparce y se redefine como otra cosa que no es la afiliación obligada a un punto geográfico? ¿Qué sucede cuando la nacionalidad es el destierro? ¿Queda un hilo conectivo entre las voces? Parece que sí, sobre todo si consideramos que mucha de la literatura “latinoamericana” se escribe fuera de América Latina. ¿Qué tan “latinoamericana” realmente es? Rubén Sánchez Féliz, un joven narrador radicado en Nueva York, se propuso esta cuestión en lo que se refiere a lo dominicano:…

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Algunas razones para leer.

Quien piense que la palabra escrita no afecta su vida debería familiarizarse con escritos como la constitución de su país; los evangelios cristianos; los preceptos del Corán; el manifiesto comunista; o las teorías sobre “la mano invisible” del mercado que dieron fundamento a estructuras capitalistas. Sin esos escritos, y muchos otros, las sociedades que habitamos no existirían como tales. Eso es así para bien o para mal. ¿Qué es el dinero sino papeletas y metales con inscripciones? ¿Qué son las leyes? ¿De dónde surgen los movimientos políticos? La palabra escrita importa. Afecta cómo vivimos día a día. Gracias por visitar Libro Abierto. Para subscribirse a futuras publicaciones, escríbanos a libroabierto@vmramos.com.

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