Hace más de tres años que empecé una exploración sobre lo que denominé “el deseo de pertenecer” — la búsqueda que lleva a muchas personas a afiliarse con instituciones religiosas y lo que ofrecen esas instituciones en sus principios y vida comunitaria. Me propuse ir a iglesias de distintas denominaciones como una combinación de ejercicio periodístico y experiencia personal que decidí compartir –en parte– en estas páginas. Afirmé desde un principio que me acercaba a esta actividad con mente escéptica, casi con ánimo antropológico, y no en busca de mi propia salvación. Nunca imaginé que en ese proceso encontraría un hogar espiritual. La razón: Detesto los dogmas. No tengo ningún interés en repetir afirmaciones de fe ciega ni en investir alguna persona o doctrina de autoridad sobre mi visión de la realidad. Sin embargo, en cada iglesia a la que fui (unas sobre las que escribí y otras que se quedaron muchas veces en el tintero) encontré pastores y predicadores dispuestos a convencerme de que ellos tenían la verdad. Unos, muy sutiles, decían no presionarme y querían conversar sobre mis inquietudes, pero cuando creían que me tenían ablandado hacían su oferta de un viaje directo al cielo. Otros, menos sutiles, vinieron a tocarme la puerta de la casa por meses, y sábado tras sábado les expuse la falta de lógica en el fundamento de su fe, sin lograr que entráramos en diálogo alguno: tenían una cita bíblica para todo, incluso para salir de aprietos y cambiar de tema. Me enorgullece…
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No hay que tener alguna creencia para poder apreciar La Pasión de Cristo como una historia con un arco narrativo bien definido, que reúne los elementos de los grandes mitos y de los héroes que los encarnan. Jesús es el personaje por excelencia porque el relato de su vida contiene en sí gran poder. Resumamos su trama: Nace en una familia pobre que huye de una persecución; vive una vida humilde y sin privilegios; cuestiona los principios de la sociedad que le rodea; atrae a las masas con su Evangelio; y, por tanto, se hace enemigo del poder. Y el clímax: a pesar de ser inocente, es acusado y condenado sin juicio justo. Se le humilla, se le tortura y se le mata de una manera salvaje. Luego viene el mito que se convierte en un tremendo final: Jesús trasciende más allá de la muerte, tocando así el anhelo de inmortalidad de todos los seres humanos. Al contemplar estos detalles recuerdo a Joseph Campbell, el escritor estadounidense que desglosó las religiones del mundo para extraer de ellas sus mitos, y que a partir de ese proceso identificó los elementos claves de la narrativa religiosa. Campbell adoptó el término “Monomito” para referirse a este prodigioso “Viaje del héroe” común a las mejores historias religiosas. En este viaje se encontraban más o menos estos elementos: 1) El llamado a la aventura; 2) El viaje a un mundo extraño donde se pone a prueba al héroe; 3) El sufrimiento del sacrificio supremo; 4)…
Dejar un comentarioDicen que escribir es un acto solitario, pero también puede ser una manera de relacionarse. Puede ser una declaración política. Puede ser una manera de accionar en sociedad. Puede ser una manera de abrir los brazos en vez de cerrar el puño. Rosa Silverio, haciendo honra a su nombre de pétalos, es un ejemplo de esa escritura abierta que es más entrega que proyección. Ella se ha dado a la tarea –importante, a mi parecer– de no sólo escribir con pureza de sentimientos, sino también de formar una comunidad de escritores de su generación. El sitio de Silverio, autora de los poemarios «Desnuda» y «Rosa íntima» entre otros escritos, es un depósito de enlaces, notas y entrevistas que arrojan luz hacia las diferentes vertientes de la literatura de República Dominicana, sólo uno de los puntos de origen que ambos tenemos en común. Está por sobre todo su escritura, hasta ahora mayormente concentrada en el verso que revela y se rebela: expresando la belleza que a ella le sale a borbotones, y el contraste de una realidad a la que ella le toca, y empuja, los límites. En esta entrevista que me cedió, Silverio revela más de la escritora detrás de la palabra, aunque parece que ella se siente más cómoda en las vueltas de sus oraciones que en el ir y venir de las preguntas y respuestas. Con todo, es fácil dejarse llevar por ella en el viaje a su interior, el lugar donde ella rompe con todo lo que…
15 comentariosRecibí por dos vías un nuevo libro de poesía que se titula «El cuerpo y la letra. La poética de Luis Alberto Ambroggio», un autor que desconocía. Es un tomo enjundioso –editado por la Academia Norteamericana de la Lengua Española– que reúne tanto los versos de Ambroggio como ensayos críticos de su obra. Encuentro en estas páginas una poesía seria y pulida que habla de esa lucha anónima que se da entre los habitantes de dos culturas, como reclama el autor en «Don de lenguas». Me habitan dos lenguajes enemistados;me siento esclavo en mi propia carne.Desheredo las palabras dulces,obedezco y me rebelo ante órdenesque me desprecian con sílabas mortalesy huelo a gritos discordantescomo pan quemado. Los versos de Ambroggio, como él mismo dice en uno de sus ensayos, están hechos de “palabras que muerden, que tocan, que cantan, que defecan” para un hombre que busca en ellas su realización. Gracias por visitar Libro Abierto. Para subscribirse a futuras publicaciones, escríbanos a libroabierto@vmramos.com.
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