No hay que leer los veinticuatro cantos del poema clásico griego para saber qué es una odisea. Ni siquiera hay que conocer que existe esa obra de Homero para entender el término, aceptado en los diccionarios de los idiomas de Occidente, como un viaje literal o figurado que evoca exploración, aventura y conquista.
Yo conocía la Odisea por las versiones resumidas que se citaban en estudios secundarios y universitarios y uno que otro fragmento que había leído aquí o allá como la historia de un viaje heroico en que su protagonista se sobreponía a obstáculos fantásticos para regresar al hogar.
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